Cuando alguien se “pasa a vivir al corazón”

Hace unos días, conversando con una amiga, ella me compartía lo difícil que le ha sido volver a la rutina tras la partida de alguien muy querido. En ese momento la comprendí profundamente, porque también he vivido esa experiencia con personas que fueron importantes para mí. Y en medio de esa conversación descubrimos algo hermoso: con el paso del tiempo, el recuerdo deja de ser solo dolor y llega a acompañarnos con ternura. Ya no es solo ausencia; es compañía constante. Ya no es solo memoria; es un amor que sigue habitando.

Y no se trata de borrar el dolor que en su momento sentimos, sino de transformar la forma en que lo sentimos. Aunque esa persona ya no esté aquí físicamente, su recuerdo sigue vivo en los gestosque vemos, en las palabras que decimos , en las canciones que escuchamos. Cuando alguien se pasa a vivir al corazón, su presencia se mantiene a través de sus enseñanzas, lo que nos hizo reír, lo que nos hizo más fuertes. Permitimos que esas huellas nos inspiren día tras día.

Hacemos espacio para que, aunque no la escuchemos con oídos humanos, su voz siga resonando en nuestra conciencia y en lo más profundo de nosotros. Tal vez les ha pasado a ustedes también: de pronto, sin avisar, surge un recuerdo…algo tan simple puede traer de vuelta aquello que compartimos, y nos recuerda que no todo se fue; algo permanece.

Para mí, este sentimiento de que alguien “se muda a vivir al corazón” no borra el vacío que yo pueda sentir, pero convierte la ausencia en una presencia sostenida. Y en esa presencia hallamos consuelo, fuerza, inspiración y paz. Quien vive en el corazón camina junto a nosotros, nos anima, recuerda lo valioso del amor vivido… y hace que,

Aunque ya no estén en forma física, su luz siga iluminando nuestro camino.
Siguiente
Siguiente

El lenguaje de los objetos.